miércoles, 19 de marzo de 2008

La cucaracha de Clarice Lispector



"No, en todo esto ni había estado enloquecida ni fuera de mí. Se trataba solamente de una meditación visual. El peligro de meditar es, sin quererlo, comenzar a pensar, y pensar no es ya meditar, pensar dirige hacia un objetivo. Lo menos peligroso es, en la meditación, "ver" lo que prescinde de palabras de pensamiento. Sé que existe ahora un microscopio electrónico que muestra la imagen de un objeto ciento sesenta mil veces mayor que su tamaño natural, pero no llamaré alucinatoria a la visión que se tiene a través de ese microscopio, incluso aunque no se reconozca ya el pequeño objeto que el microscopio aumentó de tamaño monstruosamente. ¿Y si me hubise engañado en mi meditación visual? Absolutamente probable. Mas también en mis visiones puramente ópticas, de una silla o de un jarrón, soy vícitma del error: mi testimonio visual de un jarrón o de una silla es erróeno en varios puntos. El error es uno de mis modos fatales de trabajo. Me senté nuevamente en la cama. Mas ahora, mirando la cucaracha, sabía ya mucho más. (...) Si tú pudieses saber a través de mí, sin necesitar antes ser torturado, sin tener antes que ser partido en dos por la puerta de un armario, sin que antes sean quebradas tus envolturas de miedo que con el tiempo se fueron secando y transformando en envolturas de piedra, tal como las mías tuvieron que ser quebradas bajo la fuerza de una tenaza para que yo llegase a lo tierno neutro de mí ,si tú pudieses saber a través de mí...entonces aprende de mí, que tuve que permanecer totalmente expuesta y perder todas mis maletas con sus iniciales grabadas."

Clarice Lispector: La pasión según Gh, Aleph editores, Barcelona, 2005, pp.98-101

IMÁGENES Y EDUCACIÓN

Lo primero fue la carne y el cuerpo y la materia. La conciencia surgió de la mirada, de los ojos de la cara o del único ojo que ve en la oscuridad. Ningún "ciego" se da cuenta de nada, ningún "estreñido" tampoco –sobran las razones-. Al comienzo fueron los ojos. Después la vista. De la mirada surgió el grito. Gritamos ante el placer y el dolor, ante lo que no nos deja indiferentes ni indolentes, gritamos para sobrevivir, para lanzar un mensaje al resto o al universo infinito, gritamos porque somos partes de la inmesidad. No sé en qué momento el grito se hizo palabra, quizás en ese instante que los antropólogos llaman “brecha antropológica” -si es que la hubo-. Por todo ello, la educación es primeramente educación de la mirada. Mirar para comprender y comprender para mirar de un modo nuevo que permita la constitución de un espacio más habitable. Y por eso mismo, también la educación es educación en la exposición, en la forma, en el gesto, en la indumentaria, en la sensibilidad, en el mundo afectivo. La palabra llega siempre más tarde.

Nietzsche en la Genealogía de la Moral escribe:

"Guardémonos mejor, por tanto, de la peligrosa patraña conceptual que ha creado un “sujeto puro del conocimiento, sujeto ajeno a la voluntad, al dolor, al tiempo”. Guardémonos de los tentáculos de conceptos contradictorios, tales como “razón pura”, “espiritualidad absoluta”, “conocimiento en sí”: Aquí se nos pide siempre pensar en un ojo que de ninguna manera puede ser pensado, un ojo carente en absoluto de toda orientación, en el cual debieran estar entorpecidas y ausentes las fuerzas activas e interpretativas, que son, sin embargo, las que hacen que ver sea ver-algo, aquí se nos pide siempre, por tanto, un contrasentido y un no-concepto de ojo. Existe únicamente un ver perspectivista, únicamente un conocer perspectivista. (...) Pero eliminar en absoluto la voluntad, dejar en suspenso la totalidad de los afectos, suponiendo que pudiéramos hacerlo: ¿Cómo? ¿Es que no significaría eso castrar el intelecto?"